Báilame el agua. Úntame de amor y otras fragancias de tu jardín secreto... Sácame de quicio, hazme sufrir. Ponme a secar como un trapo mojado. Lléname de vida, líbrame de mi estigma. Llámame tonta. Olvida todo lo que haya podido decirte hasta ahora... no me arrastres, no me asustes... Vete lejos... pero no sueltes mi mano. Empecemos de nuevo.
Soñadores
jueves, 30 de diciembre de 2010
Mersi Laví.
A ella le encanta el café, con un poco de leche y tres cucharadas pequeñas de azúcar, exactamente eso era lo que aquella mañana de enero había desayunado frente a su bulldog negro de peluche.Mersi Laví, no era una persona cualquiera, había algo raro en ella. Cada día, a cada hora, miraba la ventana con un brillo esperanzador de que alguien abriera la puerta de su habitación y con una enorme sonrisa la invitara a jugar con el resto de los niños. Sus padres no se preocupaban mucho de ella, trabajaban hasta altas horas y sobrar, no le sobraba atención precisamente. Por eso en aquella mañana de enero mientras Mersi Laví tomaba su café con un poco de leche y tres cucharadas decidió cambiar el rumbo de su vida y con una pizca de ayuda de su criada Remé logro cambiar sus largos vestidos por un par de pantalones desgastados y una camiseta con logotipo, cambió su limpia cara por un buen maquillaje y lo más importante: empezo a quererse así misma. Decidida salió por la puerta bajo los ojos de la emocionada Remé, a la que le pareciá que su pequeña chica de 15 años se le hacía mayor.En esa época no era fácil sobrevivir a la mirada del resto de la gente pero para que mentir, Mersí Laví era una adolescente encantadora, poco a poco se cotizo en aquel país de filosofos y amantes de la buena música.