Se sumió en uno de sus largos silencios. A veces me miraba y sonreía. Yo le observaba de reojo y me daba cuenta de que sólo con mirarle se me hacía menos difícil creer que tal vez quedaba algo bueno y decente en este perro mundo y, con suerte, en mí misma.
RECUERDOS... (haceis que me revele contra todo mi mundo, incontrolables)